Mónica Gudiño
Tengo un negrito tan primoroso,
dulce capullo de miel silvestre
tan oscurito y tan delicioso
que no parece un niño terrestre.
Él parpadea y son sus ojitos
como fueguitos artificiales,
que abren las puertas del infinito,
porque son puros como cristales.
Noches sin luna y de etiqueta
visten su cuerpo de terciopelo
porque acurrucan su alma veleta
que dormidita bajó del cielo.
Es su semblante rosa profundo
como las uvas bien maduritas.
Es un milagro que para el mundo
han esculpido gnomos y haditas.
Es su boquita ese cofrecito
celosa guarda de un gran tesoro:
las dos perlitas por dientecitos,
y esa sonrisa que tanto adoro
Sueña mi negro su dulce sueño,
libre de guerras y de cañones
donde la leche no tiene dueño,
y no hay color en los corazones.
Es mi negrito ciruela y pasa,
un angelito entre mis manos
que nada entiende sobre las razas,
y es torbellino de amor humano.
Construiremos mi tierno niño
un mundo lleno de cosas bellas,
para que siempre brille el cariño
con el fulgor de un millón de estrellas.