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sábado, 3 de abril de 2010

El niño en su casa del árbol de la vida



Marco Aurelio Chavezmaya

Mi oficio es ser niño preguntón.
Y pregunto al barro, al silencio,
al aire del huerto y a la luz del fuego.


Un universo en el puño de mi abuelo.
¿Forjan sus manos canciones de barro y agua
o encienden una memoria que levanta el vuelo?


Cuando sea cumpleaños de la Tierra,
¿qué le regalaré en su día?
Una paleta de limón,
fría, fría
y gigantesca,
G I G A N T E S C A,
Porque dice la maestra
que la Tierra se está calentando
y tiene en sus polos mucho calor.


La imaginación
es una abeja
encerrada
en el panal
de mi cabeza.


Dice mi abuelo
que todos despertamos
con labios de piloncillo.
Pero que eso,
y sólo eso,
nada más lo saben
las niñas y los niños
que se dan un beso.


La ciudad también florece
y se llena de frutos verdes:
niños lavadores, danzantes aztecas,
niños dragones, mimos de semáforo.


Los frutos verdes y amargos
cuelgan solos en la calle.
¿Buscan su árbol perdido?


Poemas pertenecientes al libro ganador del Premio Hispanoamericano de Poesía 2009.