María García Esperón
Cuando Don Aire se asoma
a mirar trozos de cielo
del cielo que tiene sombra
le llueven los sentimientos.
Se pone la gabardina,
se quita el aburrimiento.
Lo aroma la brisa tibia,
lo envuelve el olor del verso.
Se lo lleva la brisa
con alegría
y en el pelo le deja
sus maravillas.
El hombre de los helados
le ofrece su mercancía
le pone en los labios gotas
de amaranto, de alegrías.
Obleas que dicen historias,
barquillos que no navegan
galletas heladas, romas,
bocados de la sorpresa.