La poesía de Mónica Gudiño
Por María García Esperón
Mónica Gudiño |
La musicalidad, el encanto, la dulzura, la voz de plata de la luna luna, azúcar candeal en los labios del verso, canción del idioma vuelto hacia el sur, donde comienza a terminarse América y donde todos los días se encienden estrellas en el hemisferio austral de la lengua española:
Mónica Gudiño es una poeta argentina que ha recibido de las hadas del idioma el don extraordinario de la naturalidad. Se ha consagrado mayormente a la poesía para niños, pero sus poemas no se detienen en la categoría de lo infantil y, sedosos y musicales como pocos, conquistan a los lectores de todas las edades.
La rima se le entrega a Mónica por entero, para que ella recree situaciones y personas, objetos y ambientes que parecen hechos para dibujarse en versos. Permeado de afecto, el lenguaje de esta poeta emplea con soltura los diminutivos y las repeticiones de sílabas para aportar palabras nuevas, palabras de creación espontánea y libre y juguetona.
El idioma es en el territorio poético de Mónica criatura feliz a la que ella hace trotar en sus rodillas, como una madre que juega con su hijo pequeño. El lenguaje le vuelve a nacer a la poeta en aliteraciones cariñosas, en reduplicaciones y borboteos de sílabas surgidas de la voz que arrulla y celebra los motivos de la infancia.
Que juega. El lenguaje es juego en las manos de Mónica y es un juego tan convencido de su ser lúdico que suspende en el lector la incredulidad para rodearlo con la cadena mágica de la fe poética:
Una hermosa pera
de roja solera
espera a su pero
de verde sombrero.
(Cosas de peras)
Limericks, adivinanzas, juegos de palabras, cuentos hechos poemas o poemas cuentos, delicado romanticismo de la poesía de corte juvenil de Mónica donde más de uno volverá a sentir vibrar su adolescencia al soplo de ese viento que es la inspiración de la poeta y que nos remueve el flequillo del alma.
Un silencio caprichoso
se me escapa de la boca
y es un libre prisionero
del amor que lo provoca...
(Silencio)
Por momentos, Mónica se prende del río de la tradición, de la versificación popular y de los cantares que se cosechan en la montaña, en el sol y en el río, en el diario acontecer de lo humano acompasado con la naturaleza. Echa mano de los ritmos de su tierra y nos entrega el azúcar cariñoso de su milonga, que se acoge al diminutivo y que además tiene sabor a alpiste.
Pajarito con flequillo
cancherito y agraciado
ya no cantes en mi puerta
que no eres de mi agrado…
(Milonguita con sabor a alpiste)
Leer a Mónica Gudiño es dejarse contagiar por la inocencia y bañarse en las aguas de un mundo nuevo y soleado donde la poesía es la protagonista indiscutida. Mirar desde sus ojos y dejarse llevar por las melodías que transporta desde su voz al verso, una vuelta a la infancia y un viaje en un tren de mágicas sílabas por sierras pampeanas de rimas y ríos rumorosos de metáforas con que la felicidad escribe sus poemas al sur del sur.