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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Al sur del sur: Mónica Gudiño

Al sur del sur
La poesía de Mónica Gudiño
Por María García Esperón



Mónica Gudiño

La musicalidad, el encanto, la dulzura, la voz de plata de la luna luna, azúcar candeal en los labios del verso, canción del idioma vuelto hacia el sur, donde comienza a terminarse América y donde todos los días se encienden estrellas en el hemisferio austral de la lengua española:
Mónica Gudiño es una poeta argentina que ha recibido de las hadas del idioma el don extraordinario de la naturalidad. Se ha consagrado mayormente a la poesía para niños, pero sus poemas no se detienen en la categoría de lo infantil y, sedosos y musicales como pocos, conquistan a los lectores de todas las edades.
La rima se le entrega a Mónica por entero, para que ella recree situaciones y personas, objetos y ambientes que parecen hechos para dibujarse en versos. Permeado de afecto, el lenguaje de esta poeta emplea con soltura los diminutivos y las repeticiones de sílabas para aportar palabras nuevas, palabras de creación espontánea y libre y juguetona.
El idioma es en el territorio poético de Mónica criatura feliz a la que ella hace trotar en sus rodillas, como una madre que juega con su hijo pequeño. El lenguaje le vuelve a nacer a la poeta en aliteraciones cariñosas, en reduplicaciones y borboteos de sílabas surgidas de la voz que arrulla y celebra los motivos de la infancia.
Que juega. El lenguaje es juego en las manos de Mónica y es un juego tan convencido de su ser lúdico que suspende en el lector la incredulidad para rodearlo con la cadena mágica de la fe poética:

Una hermosa pera
de roja solera
espera a su pero
de verde sombrero.
(Cosas de peras)

Limericks, adivinanzas, juegos de palabras, cuentos hechos poemas o poemas cuentos, delicado romanticismo de la poesía de corte juvenil de Mónica donde más de uno volverá a sentir vibrar su adolescencia al soplo de ese viento que es la inspiración de la poeta y que nos remueve el flequillo del alma.
Un silencio caprichoso
se me escapa de la boca
y es un libre prisionero
del amor que lo provoca...
(Silencio)

Por momentos, Mónica se prende del río de la tradición, de la versificación popular y de los cantares que se cosechan en la montaña, en el sol y en el río, en el diario acontecer de lo humano acompasado con la naturaleza. Echa mano de los ritmos de su tierra y nos entrega el azúcar cariñoso de su milonga, que se acoge al diminutivo y que además tiene sabor a alpiste.

Pajarito con flequillo
cancherito y agraciado
ya no cantes en mi puerta
que no eres de mi agrado…
(Milonguita con sabor a alpiste)

Leer a Mónica Gudiño es dejarse contagiar por la inocencia y bañarse en las aguas de un mundo nuevo y soleado donde la poesía es la protagonista indiscutida. Mirar desde sus ojos y dejarse llevar por las melodías que transporta desde su voz al verso, una vuelta a la infancia y un viaje en un tren de mágicas sílabas por sierras pampeanas de rimas y ríos rumorosos de metáforas con que la felicidad escribe sus poemas al sur del sur.