Beatriz Berrocal
La princesa no quiere un príncipe azul
ni ir por el castillo con trajes de tul
Quiere ser distinta, ir a clase, estudiar…
No esperar que alguien la venga a salvar.
No pretende joyas ni ricos tesoros,
solo vivir fuera de su jaula de oro
Escribe lindos versos junto a la ventana
que rompe su padre al llegar la mañana
La princesa llora lágrimas de letras
que escapan al aire igual que cometas
En la torre oscura se la puede oír
contándole al viento que quiere escribir.
Ama las palabras, adora las rimas,
si hasta cuando sueña, sueña en poesía.
“Las buenas princesas no hacen tonterías”
-le dice su padre mil veces al día-.
“Mañana sin falta voy a viajar,
cuando esté de vuelta te vas a casar”
“Una buena esposa espero que seas
y que olvides pronto tus locas ideas”
Deja un gran vacío el rey al salir
y la princesita se pone a escribir:
“No quiero casarme, ni tener palacios,
ni ricos brillantes ni hermosos topacios”
“Lo que yo deseo no puedo comprar,
nunca estuvo en venta, es la libertad
“Ser libre al leer, libre al escribir,
combinar palabras que yo quiera unir”.
Pasaron semanas y el rey regresó,
y subió a la torre apenas llegó.
Mas no llega solo el padre enfadado,
de un apuesto joven viene acompañado:
“Este hombre rico, serio y valeroso
dentro de tres días será ya tu esposo”
La pobre princesa hablar no podía,
a su mente sólo llegaban poesías
Todas las que ella podía sentir
pero que ya nunca podría escribir.
¿Y sin la escritura qué vida tendría?
En una muñeca se convertiría
En una princesa como las de cuento,
que tejen tristeza y bordan silencio.
La vida no es vida sin una ilusión,
así que sería mejor otra opción
Con una sonrisa abrió la ventana,
en su pelo negro sopló la mañana
Ella no quería vivir sin crear
y sin duda alguna… se dejó volar.
Entonces, las nubes llovieron mil letras
que bajaron locas dando volteretas
Se unieron veloces formando palabras,
haciendo cadenas que no se acababan
Hicieron columpios de versos y rimas
y balanceaban a la princesita
La joven se ríe entre poesías
mientras las palabras le hacen cosquillas
Al llegar al suelo tan bien escoltada
los niños acuden a ver lo qué pasaba.
Hasta el rey malvado bajó del castillo
y al ver a su hija dijo arrepentido:
“Si tantas las palabras lograron salvarte
no seré yo quien vuelva a condenarte”
“Cumplirás tu sueño, serás escritora,
yo estaré a tu lado a partir de ahora”
El padre y la hija por fin abrazados
vuelven al castillo, y el cuento ha acabado.
León, Junio 2011