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viernes, 24 de junio de 2011

La princesa que quería escribir


                                                      Beatriz Berrocal

La princesa no quiere un príncipe azul
ni ir por el castillo con trajes de tul

Quiere ser distinta, ir a clase, estudiar…
No esperar que alguien la venga a salvar.

No pretende joyas ni ricos tesoros,
solo vivir fuera de su jaula de oro

Escribe lindos versos junto a la ventana
que rompe su padre al llegar la mañana

La princesa llora lágrimas de letras
que escapan al aire igual que cometas

En la torre oscura se la puede oír
contándole al viento que quiere escribir.

Ama las palabras, adora las rimas,
si hasta cuando sueña, sueña en poesía.

“Las buenas princesas no hacen tonterías”
-le dice su padre mil veces al día-.

“Mañana sin falta voy a viajar,
cuando esté de vuelta te vas a casar”

“Una buena esposa espero que seas
y que olvides pronto tus locas ideas”

Deja un gran vacío el rey al salir
y la princesita se pone a escribir:

“No quiero casarme, ni tener palacios,
ni ricos brillantes ni hermosos topacios”

“Lo que yo deseo no puedo comprar,
nunca estuvo en venta, es la libertad

“Ser libre al leer, libre al escribir,
combinar palabras que yo quiera unir”.

Pasaron semanas y el rey regresó,
y subió a la torre apenas llegó.

Mas no llega solo el padre enfadado,
de un apuesto joven viene acompañado:

“Este hombre rico, serio y valeroso
dentro de tres días será ya tu esposo”

La pobre princesa hablar no podía,
a su mente sólo llegaban poesías

Todas las que ella podía sentir
pero que ya nunca podría escribir.

¿Y sin la escritura qué vida tendría?
En una muñeca se convertiría

En una princesa como las de cuento,
que tejen tristeza y bordan silencio.

La vida no es vida sin una ilusión,
así que sería mejor otra opción

Con una sonrisa abrió la ventana,
en su pelo negro sopló la mañana

Ella no quería vivir sin crear
y sin duda alguna… se dejó volar.

Entonces, las nubes llovieron mil letras
que bajaron locas dando volteretas

Se unieron veloces formando palabras,
haciendo cadenas que no se acababan

Hicieron columpios de versos y rimas
y balanceaban a la princesita

La joven se ríe entre poesías
mientras las palabras le hacen cosquillas

Al llegar al suelo tan bien escoltada
los niños acuden a ver lo qué pasaba.

Hasta el rey malvado bajó del castillo
y al ver a su hija dijo arrepentido:

“Si tantas las palabras lograron salvarte
no seré yo quien vuelva a condenarte”

“Cumplirás tu sueño, serás escritora,
yo estaré a tu lado a partir de ahora”

El padre y la hija por fin abrazados
vuelven al castillo, y el cuento ha acabado.






León, Junio 2011