María Rosa Serdio
Una tarde mi madre
me contó que, de chica,
se comía los cuernos
de la luna.
Entonces yo pensé
que la historia
había de tener,
en secreto, su miga.
Luego me dijo que,
por no tener ya dientes,
la bisabuela María
cortaba el pan con
enlunada maestría
dejando la corteza
hueca y vacía.
Cuando iban de visita
a la casa de arriba,
El bisabuelo Miguel decía
con su voz cantarina:
-Dales unas cortezas
a las niñas, María.
Entonces, de la luna de pan,
las dos nietas pequeñas
recibían su golosina.
Hoy la luna es un sueño
de infancia contenida
porque todos los niños
tienen pan cada día.