María García Esperón
Pasadas las siete
en una pleamar
una sirenita
llegó a mi ciudad.
Era como un sueño.
Era como el mar.
Con los ojos verdes
y el pelo azafrán.
Estaba cansada
de tanto cruzar
las azules aguas
de la inmensidad.
Me dijo un secreto,
me dejó un coral,
me cantó una copla
y volvió a la mar.